lunes, mayo 03, 2010

Los Chicos de Historia. Reflexionando sobre la educación


Creo que es la primera que vez que me refiero en este pequeño rincón a una obra de teatro actual. Nunca es tarde. Además, el tema de este montaje teatral está en total consonancia con otras reflexiones, bien sobre la Historia, bien sobre la educación, que ya he hecho anteriormente.

Los Chicos de Historia es una pieza escrita por Alan Benet (1934), reconocido autor teatral, que ha sido traducida por José María Pou, director y actor en la misma. Se trata de una reflexión crítica sobre la vida, el amor y la educación ambientada en la Inglaterra de la Era Thatcher. Distintas formas de encarar la realidad, que pone en escena la confrontación del utilitarismo más materialista y el sentimiento, la emoción y la poesía . Retrato de claroscuros que obliga a la reflexión y que, si bien hace al espectador disfrutar durante toda la obra, deja un cierto regusto amargo al reconocer la realidad más actual.

Ahora bien, y aquí llega la nota para el especialista, Los Chicos de Historia nos deja, a su vez, un retrato bastante exacto del problema de las Humanidades, del que ya hemos hablado. Y trae a nuestro oídos el conocido discurso polemista del relatisvimo, que en la Historia de las escuelas postmodernas (y recordemos que en Inglaterra éste es un fenómeno bastante conocido ) buscaba popularizar el debate historiográfico, dejando a un lado toda verdad y buscando la provocación. Esto puede sonar exagerado, pero quien se haya iniciado en la bizantina materia historiográfica se dará cuenta, como en el telón de fondo, se ponen sobre las tablas algunos clichés bien conocidos en la profesión. Y por encima del tópico, nos damos de bruces con el problema que supone la necesidad de resultados cuantificables que deja a un lado todo lo cualitativo de una educación eficaz. En esta obra, la lucha contra la automatización del pensamiento que se convierte en un canto en favor de la Cultura y el espíritu crítico.

Destacable es, además del argumento, la puesta en escena y el impecable trabajo de los actores, que consiguen mantener al público enganchado durante las 2 horas y media de la función, algo nada fácil en los tiempos que corren. Personajes pequeños que se hacen enormes, acompañando al espectador y haciéndole reconocer retazos de situaciones vividas, pensamientos y convicciones.
Realista, conmovedora, mordaz e inteligente resulta una buena elección para una tarde de teatro.

Muy recomendable. No se la pierdan. Hasta el 9 de mayo en Madrid, en los Teatros del Canal.




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