Hoy, curiosamente, este post será una filípica, o al menos eso pretendo. Parece ser que de la crisis de la historiografía pasamos a la crisis vocacional. Y hete aquí que resulta que, al final y a nuestro pesar, "las humanidades están en peligro de extinción". Con o sin Bolonia la pregunta que resuena en nuestros oídos es la misma, la que nace de la incredulidad de quienes viven en un falso pragmatismo. "¿Para qué sirve la Historia?", nos dicen. Y entonces el historiador traga saliva, suspira y encoge los hombros, y ocurre "¡Ay del ay que del alma llega y en llegando allí se queda!..."; en el mejor de los casos podrá defenderse explicando que, como dijo Helmut Kohl, " un pueblo que no conoce su historia no puede comprender el presente ni construir el porvenir", pero, muy a nuestro pesar, y aunque tenga toda la razón del mundo, quién pregunta no quedará satisfecho. Ocurre lo mismo que con el latín, víctima de muchos estudiantes descreídos que no asimilan que los conocimientos de latín ayudan a conocer otras lenguas de la misma familia, y dotan de agilidad mental, pero en fin.
En la Era Bolonia somos un "sector improductivo". No, señores. Lo que ocurre es que, igual que no es de recibo aplicar la idea y los conceptos derivados de una economía plenamente capitalista para definir la economía preindustrial, no lo es tampoco intentar asimilar y encuadrar las Ciencias Sociales en un plan diseñado y orientado, exclusivamente, para las carreras técnicas. Hay que buscar un término medio que nos permita adaptarnos a esta nueva situación y nos permita encontrar el sitio que a las Humanidades les corresponde. Otros mejor que yo, podrán hablar de lo que significa este cambio, y de lo que conllevaría la necesaria renovación académica, yo sólo me limito a constatar, en pocas palabras, que esta realidad existe, y a reivindicar los estudios históricos, su validez y el papel social que cumplen. Tenemos una reponsabilidad clara, no sólo para con la Historia, sino también para con la sociedad del momento, pese a la dificultad que parece haber actualmente para desempeñar nuestro oficio. El oficio de historiador, como tantos otros, está infravalorado. Se nos tacha de eruditos, de pedantes. No podemos alejarnos de la realidad que nos rodea, las torres de marfil nunca fueron hogares acogedores, y la esencia del conocimiento se basa en la interacción y la difusión.
Seguramente muchos pensarán que estas líneas no pasan de una pataleta. Pues bien, no es así. Serían tan sólo eso si se quedara en una queja al viento, pero lo que desde esta plataforma digital promovemos son las obras. ¿No se supone que llevamos sumergidos en una crisis historiográfica desde finales de los años 70? ¿No es hora ya de salir de ella, de impulsar nuevas opciones y retomar o modificar viejos caminos? Pues eso, la responsabilidad es nuestra: debemos actuar.
1 comentarios:
Muy buen post, sí señor. Estoy plenamente de acuerdo con todo lo que has escrito. Al hilo de ello envío el siguiente enlace, que de manera directa plantea las mismas preguntas:
http://weblogs.madrimasd.org/historia/
Un saludo.
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